López Obrador en su justa dimensión
Juegos de poder
Por: Leo Zuckermann
Por: Leo Zuckermann
López Obrador en su justa dimensión
Unos lo dan por muerto y otros dicen que resurgirá de las cenizas como el Ave Fénix. Por un lado afirman que es un pasivo para la izquierda y, por el otro, alegan que sigue siendo el líder social que el país demanda. Es Andrés Manuel López Obrador, quien se ha convertido en un dolor de cabeza para los analistas. Hay quienes lo subestiman y quienes los sobreestiman. El reto, por supuesto, es ponerlo en su justa dimensión.
AMLO sigue siendo el mismo de siempre. Sagaz y provocador, recorre el país para formar un nuevo movimiento político-social. No se da por vencido. Sin embargo, hay condiciones que sí han cambiado.
De gobernante a opositor
AMLO tuvo mucho éxito el sexenio pasado en parte porque estaba a su disposición todo un aparato político: el gobierno del Distrito Federal que asegura dinero, clientelas y presencia mediática. No se puede menospreciar nunca a un político que ejerce más de 90 mil millones de pesos al año. Es una cantidad de recursos que compra muchas lealtades. Además, el gobierno tiene el poder para manejar a grupos a los que protege a cambio de votos y apoyo político. Ambulantes, taxis pirata e invasores profesionales fueron las clientelas más visibles de AMLO.
A esto hay que sumarle que el jefe de Gobierno capitalino es el gobernante local con mayor exposición mediática en el país después del Presidente de la República. Esto se debe a una razón tan banal como el que las noticias del Distrito Federal son reportadas por los medios electrónicos dentro de los noticieros nacionales. Así, el jefe de Gobierno tiene una cobertura que los gobernadores envidian.
AMLO tuvo todos estos elementos y los manejó con habilidad. Pero se le acabó. Ahora le pertenecen a Marcelo Ebrard. El tabasqueño ha pasado a ser, simplemente, un opositor más.
Tampoco tiene a Fox enfrente
En mucho, AMLO fue un producto de Fox y viceversa. Era una pareja política simbiótica. Vivían, crecían y disminuían uno a partir del otro. El presidente logró desaforar al jefe de Gobierno, pero no pudo inhabilitarlo de la competencia electoral. AMLO ganó la partida y salió fortalecido en la carrera presidencial. Luego comenzó a perderla por insultar a un presidente que era popular. Lo mandó callar como chachalaca; su soberbia le costó muchas plumas a un gallo desbocado. Fue el principio de su derrota.
AMLO sigue provocando a Calderón como si fuera Fox. Pero ahora tiene enfrente a un personaje que no se engancha. Aunque le digan espurio, pelele o soldadito de chocolate, el nuevo Presidente se hace de oídos sordos. No cae en las provocaciones y se dedica a gobernar. El tabasqueño ha de estar desesperado y melancólico; seguramente es el mexicano que más extraña a Fox.
Un ejemplo: la marcha en contra de la carestía
El 31 de enero, diversas organizaciones marcharon para protestar en contra del alza en el precio de algunos productos como la tortilla. La participación de AMLO se convirtió en un problema para los organizadores. Ya no se le vio con la misma fuerza de antes. Para empezar, no le dieron el monopolio de la palabra como él quería. Luego, su sola presencia hizo que el Congreso del Trabajo y la Confederación de Trabajadores se retiraran de la movilización.
AMLO sí habló, pero después de la manifestación cuando algunos sindicatos y organizaciones campesinas se retiraban. Frente a sus fieles seguidores lanzó la misma cantaleta de siempre en contra de las "políticas neoliberales", de los "tecnócratas y delincuentes de cuello blanco", del "gobierno usurpador", de la "derecha deshumanizante" y de los "medios de comunicación que hacen la guerra sucia". Citó a Juárez, insultó a Calderón y propuso "una transformación de las dimensiones del movimiento de Independencia, del movimiento de Reforma y de la trascendencia de la Revolución Mexicana ". Sus seguidores resultaron más innovadores que él al lanzar la consigna de "¡taco por taco, tortilla por tortilla; no queremos PAN, queremos tortilla!"
En el sexenio pasado, las declaraciones de AMLO hubieran enfurecido a Fox quien, inmediatamente, hubiera saltado al cuadrilátero a responderle. Y así nos hubiéramos ido para deleite de los medios de comunicación que gustan del escándalo. Sin embargo, el nuevo Presidente reaccionó de manera distinta. Después de la marcha, giró instrucciones a los secretarios de Economía, Agricultura y Trabajo para atender en forma "expedita, sensible y respetuosa" el "nuevo llamado al diálogo" que formularon organizaciones sindicales, campesinas y sociales durante la manifestación en contra de la carestía. Anunció que el gobierno emprendería "todas las acciones que sean necesarias" para mantener la estabilidad de los precios de bienes y servicios básicos, castigar todo tipo de especulación y acaparamiento y apoyar al campo mexicano. Finalmente, dijo que "respeta y respetará siempre la libre manifestación de las ideas y el derecho de petición de todo mexicano que lo formule de manera pacífica y respetuosa". Vaya diferencia con el pasado: una sensible posición institucional en lugar de los insultos picantes de antes.
Ni sobre ni subestimarlo
El reto de analizar a AMLO es ponerlo en su justa dimensión. Hoy está de capa caída. Su imagen, de acuerdo con todas las encuestas, es peor que la de Roberto Madrazo, y eso es decir mucho. Sin embargo, las condiciones podrían cambiar y el tabasqueño podría repuntar. Hay que recordar que la política es como el juego de serpientes y escaleras. Se está arriba, luego hasta abajo, pero con suerte, paciencia y tenacidad se puede volver a subir. Ahí están los casos de los actuales presidentes de Nicaragua y Perú, Daniel Ortega y Alan García, que lo atestiguan.
Unos lo dan por muerto y otros dicen que resurgirá de las cenizas como el Ave Fénix. Por un lado afirman que es un pasivo para la izquierda y, por el otro, alegan que sigue siendo el líder social que el país demanda. Es Andrés Manuel López Obrador, quien se ha convertido en un dolor de cabeza para los analistas. Hay quienes lo subestiman y quienes los sobreestiman. El reto, por supuesto, es ponerlo en su justa dimensión.
AMLO sigue siendo el mismo de siempre. Sagaz y provocador, recorre el país para formar un nuevo movimiento político-social. No se da por vencido. Sin embargo, hay condiciones que sí han cambiado.
De gobernante a opositor
AMLO tuvo mucho éxito el sexenio pasado en parte porque estaba a su disposición todo un aparato político: el gobierno del Distrito Federal que asegura dinero, clientelas y presencia mediática. No se puede menospreciar nunca a un político que ejerce más de 90 mil millones de pesos al año. Es una cantidad de recursos que compra muchas lealtades. Además, el gobierno tiene el poder para manejar a grupos a los que protege a cambio de votos y apoyo político. Ambulantes, taxis pirata e invasores profesionales fueron las clientelas más visibles de AMLO.
A esto hay que sumarle que el jefe de Gobierno capitalino es el gobernante local con mayor exposición mediática en el país después del Presidente de la República. Esto se debe a una razón tan banal como el que las noticias del Distrito Federal son reportadas por los medios electrónicos dentro de los noticieros nacionales. Así, el jefe de Gobierno tiene una cobertura que los gobernadores envidian.
AMLO tuvo todos estos elementos y los manejó con habilidad. Pero se le acabó. Ahora le pertenecen a Marcelo Ebrard. El tabasqueño ha pasado a ser, simplemente, un opositor más.
Tampoco tiene a Fox enfrente
En mucho, AMLO fue un producto de Fox y viceversa. Era una pareja política simbiótica. Vivían, crecían y disminuían uno a partir del otro. El presidente logró desaforar al jefe de Gobierno, pero no pudo inhabilitarlo de la competencia electoral. AMLO ganó la partida y salió fortalecido en la carrera presidencial. Luego comenzó a perderla por insultar a un presidente que era popular. Lo mandó callar como chachalaca; su soberbia le costó muchas plumas a un gallo desbocado. Fue el principio de su derrota.
AMLO sigue provocando a Calderón como si fuera Fox. Pero ahora tiene enfrente a un personaje que no se engancha. Aunque le digan espurio, pelele o soldadito de chocolate, el nuevo Presidente se hace de oídos sordos. No cae en las provocaciones y se dedica a gobernar. El tabasqueño ha de estar desesperado y melancólico; seguramente es el mexicano que más extraña a Fox.
Un ejemplo: la marcha en contra de la carestía
El 31 de enero, diversas organizaciones marcharon para protestar en contra del alza en el precio de algunos productos como la tortilla. La participación de AMLO se convirtió en un problema para los organizadores. Ya no se le vio con la misma fuerza de antes. Para empezar, no le dieron el monopolio de la palabra como él quería. Luego, su sola presencia hizo que el Congreso del Trabajo y la Confederación de Trabajadores se retiraran de la movilización.
AMLO sí habló, pero después de la manifestación cuando algunos sindicatos y organizaciones campesinas se retiraban. Frente a sus fieles seguidores lanzó la misma cantaleta de siempre en contra de las "políticas neoliberales", de los "tecnócratas y delincuentes de cuello blanco", del "gobierno usurpador", de la "derecha deshumanizante" y de los "medios de comunicación que hacen la guerra sucia". Citó a Juárez, insultó a Calderón y propuso "una transformación de las dimensiones del movimiento de Independencia, del movimiento de Reforma y de la trascendencia de la Revolución Mexicana ". Sus seguidores resultaron más innovadores que él al lanzar la consigna de "¡taco por taco, tortilla por tortilla; no queremos PAN, queremos tortilla!"
En el sexenio pasado, las declaraciones de AMLO hubieran enfurecido a Fox quien, inmediatamente, hubiera saltado al cuadrilátero a responderle. Y así nos hubiéramos ido para deleite de los medios de comunicación que gustan del escándalo. Sin embargo, el nuevo Presidente reaccionó de manera distinta. Después de la marcha, giró instrucciones a los secretarios de Economía, Agricultura y Trabajo para atender en forma "expedita, sensible y respetuosa" el "nuevo llamado al diálogo" que formularon organizaciones sindicales, campesinas y sociales durante la manifestación en contra de la carestía. Anunció que el gobierno emprendería "todas las acciones que sean necesarias" para mantener la estabilidad de los precios de bienes y servicios básicos, castigar todo tipo de especulación y acaparamiento y apoyar al campo mexicano. Finalmente, dijo que "respeta y respetará siempre la libre manifestación de las ideas y el derecho de petición de todo mexicano que lo formule de manera pacífica y respetuosa". Vaya diferencia con el pasado: una sensible posición institucional en lugar de los insultos picantes de antes.
Ni sobre ni subestimarlo
El reto de analizar a AMLO es ponerlo en su justa dimensión. Hoy está de capa caída. Su imagen, de acuerdo con todas las encuestas, es peor que la de Roberto Madrazo, y eso es decir mucho. Sin embargo, las condiciones podrían cambiar y el tabasqueño podría repuntar. Hay que recordar que la política es como el juego de serpientes y escaleras. Se está arriba, luego hasta abajo, pero con suerte, paciencia y tenacidad se puede volver a subir. Ahí están los casos de los actuales presidentes de Nicaragua y Perú, Daniel Ortega y Alan García, que lo atestiguan.
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